Gente adorable.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Samantha Hendersson, 1.1

Era una mañana de octubre. Estaba caminando por uno de los callejones que conducían a casa. Absorbí por la nariz y resguardé mis manos en la chaqueta de cuero negra que lucía, con la cremallera subida casi del todo. 
"¿Habrá llegado ya Max?" me preguntaba. Sólo anhelaba  que no llegase con otra herida más. Sacudí la cabeza, tratando de sacar de mi mente esa  posibilidad. No quería que pasase. Era duro ver a mi hermano con magulladuras día sí y día también. No me gustaba quedarme sola en casa por las mañanas. Bueno, nunca  me gustaba quedarme sola. A eso, me refiero a Max. Sin él, me sentía desprotegida...
Tenía frío. Me daba igual pisar los charcos de la noche anterior. Miraba al frente con  la cabeza alta. Mis pantalones estaban algo salpicados por la lluvia. Las botas  "militares" que calzaba estaban también mojadas. Hice un rápido movimiento con la cabeza, para apartarme el flequillo de los ojos. Doblé la esquina. Ahí estaba la casa. La fachada estaba deteriorada, y algunas ventanas agrietadas. Era lo que
tenía que vivir en una casucha por bajo precio en alquiler. Además, con el dinero que estábamos ahorrando, seguro que podríamos hacer arreglos. Todo hubiese sido más fácil si Max me dejase trabajar...
/Flashback/
-¡Max, que tengo que trabajar y puedo hacerlo!-grité, con el ceño fruncido.-Además, ya hemos gastado mucho en quitarme la hojalata esa-hablé con un tono más calmado, refiriéndome al aparato dental, tornando la cara en una mueca de desesperación.- Máximo, por favor...
-No me llames así.- contestó cortante mi hermano.- No quiero que vuelvan a tratarte mal.- y se sentó en el sofá, con el torso inclinado hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas. 
Dejó escapar un suspiro entre sus dientes, volviendo su mirada azulada hacia la mía.- Cuando cumplas los dieciocho, podrás ponerte a trabajar. Mientras tanto, no. Aquí en casa.
/Fin del flashback/

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